Un paseo por los mundos futuros pos-COVID-19

Imprimir

Ratio: 5 / 5

Inicio activadoInicio activadoInicio activadoInicio activadoInicio activado
 
Valoración:
( 1 Clasificación )

La COVID-19 nos cambió, aunque todavía no sabemos si solo de manera transitoria o si la transformación ha sido para siempre. El desafío es enorme, pero también es posible celebrar esta aventura veloz hacia lo desconocido

coronavirus caricatura osva

Hemos aprendido nuevas formas de cuidado y de sociabilidad. Tanto el aditamento, como su nombre de sonoridad extraña (el nasobuco), se han instalado en las vidas de una a otra parte del país; en todas las geografías del archipiélago, en todos los sectores de la sociedad, a toda hora. Al uso del nasobuco se han sumado prácticas como el establecimiento de distancias físicas entre personas, el lavado frecuente de las manos con jabón o su desinfección con hipoclorito o soluciones con más de un 70% de concentración de alcohol. Junto a ello, no son pocos los que –a la entrada de la casa– han instalado un pediluvio (¡otra palabra nueva!) o al entrar dejan allí el calzado que utilizan.

La COVID-19 nos cambió, aunque todavía no sabemos si solo de manera transitoria (el poco más de un año que llevamos en el interior de la pandemia es un leve pestañazo dentro de la historia humana), o si la transformación ha sido para siempre; en todo caso, la sacudida resulta tan universal, omnicomprensiva y simultánea, que no tenemos otro remedio que permanecer pendientes de las noticias (respecto a lo que mejora o no), y conversar sobre las esperanzas o certezas que tenemos (a propósito de tratamientos o vacunas). Esto supone la existencia de conexiones (no importa si las vemos o no), a propósito de las diversas intensidades que puede alcanzar la relevancia del trastorno, según su duración e impacto en las economías, la sociabilidad, las formas de comunicación, los procesos de transmisión-consumo de cultura, la enseñanza-aprendizaje, los lugares de residencia, etc.

Hace unos días, una amiga me envió un artículo en el cual se comenta brevemente el pronóstico que –para el año corriente– la revista inglesa The Economist elaboró el pasado mes de noviembre. El texto se aventura a imaginar algunas cosas que, según los expertos convocados, cambiarán para siempre, y de las cuales elaboramos un todavía más apretado resumen: incremento del trabajo a distancia, desaparición de la oficina como espacio físico localizado y su sustitución por asistentes digitales, desaparición de grandes congresos y otras megarreuniones sustituidas por encuentros virtuales, incremento de transformaciones en el espacio doméstico para hacerlo más «amigable» para trabajar a distancia, incremento de la oferta de bienes y/o servicios a domicilio o en línea (disminuye la obligación de presencia física para compras, reservaciones, gestiones de diverso tipo, etc.), obligación de inversiones permanentes en infocomunicación, reducción de la fuerza laboral directa y aumento en el uso de Inteligencia artificial y robotización, multiplicación de modelos híbridos de enseñanza-aprendizaje (en línea-presenciales), disminuye el uso/compra de ropa elegante y aumenta para la ropa casual, crecimiento del comercio en línea y cierre de grandes cadenas de tiendas, mayor atención a los problemas de salud mental. La publicación también imagina severos daños para las economías de pequeños países dependientes, además de un aumento del desempleo, de brechas en la educación y disminución en el envío de remesas de inmigrantes hacia naciones subdesarrolladas.

Leer cuidadosamente lo anterior, analizar, contrastar, comentarlo con amigos es un buen ejercicio para pensar qué y cuánto hemos aprendido desde que empezó la actual pandemia, pero también cuál relación establecer entre las realidades de nuestro presente y la intención con la que fue escrito el texto que comento. Dicho de otra forma, para poder responder (primero) en qué nos ha cambiado la COVID-19, con cuáles consecuencias y –además de ello– ¿cuáles transformaciones futuras van a ser inevitables?, ¿cuáles deseables?, ¿en qué modo vamos a participar de esa dinámica de cambios hacia donde, al parecer, está derivando ya gran parte de la humanidad?

Si bien, en un país como el nuestro, respuestas evidentes al impacto las vemos en el enorme esfuerzo desplegado por los investigadores del sector biotecnológico, la fabricación y/o reparación de ventiladores para pacientes necesitados de oxígeno, o en la reparación/creación de equipamiento electrónico para realizar tests, el párrafo anterior apunta a transformaciones para las que la pandemia es un disparador, pero que deberán extender su acción y alcances de todo tipo mucho más allá de los actuales puntos críticos.

Si lo anterior es cierto, entonces la realidad de los próximos años está siendo cambiada a nuestro lado con cada nueva oleada de la pandemia, cada jornada de confinamiento a que la cantidad de contagios obliga, cada vez que son autorizados, únicamente, los empleos considerados esenciales, o son suspendidos cursos en instituciones de enseñanza o actividades sociales en el espacio público. En este contexto, mientras que los eventos derivados de la negatividad de la pandemia ejercen presión en dirección al retardo y/o a la intensificación de la crisis, en paralelo a ello la creatividad y el espíritu de innovación funcionan como una fuerza opuesta que neutraliza la caída y posibilita la superación, recuperación y adaptación al mundo que vendrá.

Es aquí –cuando, a nuestro alrededor, están siendo creadas, puestas a prueba y negociadas las herramientas de la transformación futura que provoca el comentario– donde corresponde estudiar, pensar, calcular, organizar, diseñar, con una enorme amplitud de visión todos los modos en los que podremos nosotros insertarnos en esos cambios que vienen, y que se van a traducir en modificaciones de la vida cotidiana, la circulación en las ciudades, los usos y consumos del tiempo libre, el accionar de las escuelas, las modalidades del trabajo, el peso de la electrónica y las infocomunicaciones en el espacio doméstico y, entre otros muchos efectos, la interacción social.

Todo esto, en un amplio espectro que lo mismo comprende la creación de nuevos programas informáticos que de aparatos electrónicos, cambios en las expectativas para ir de vacaciones o hacer salidas de casa, maneras de realizar una compra, procedimientos de acceso a entidades e instituciones de todo tipo, la planificación de caminatas dominicales, el aumento de los desechos domésticos, o el crecimiento notable de los negocios especializados en transportación de todo tipo de mercancías u objetos.

El desafío es enorme, pero también es posible celebrar esta aventura veloz hacia lo desconocido, a la vez que se murmura: caramba, ¿quién lo iba a decir?, ¡qué interesante!

Por  / GRANMA