El año que viene debe ser mejor, pero que así sea «demanda más que un plan integral; exige sacudir la inercia, desterrar el burocratismo, quitar más trabas y superar la autocomplacencia».
Así indicó el Presidente de la República y primer secretario del Comité Central del Partido, Miguel Díaz-Canel, al rendir cuenta de su gestión ante el Parlamento, donde igual señaló su confianza «en el trabajo creativo e innovador de quienes deben responder por esas tareas en un tiempo que ya no se mide por el reloj, sino por las urgencias que provoca el desgaste tras una dura lucha de más de 60 años contra un cerco criminal e inaceptable».
Y la lucha contra ese bloqueo estadounidense fue más dura aún este año, igual marcado por inéditos desastres que pusieron a prueba la entereza de este pueblo.
El tema de conversación más recurrente en los comienzos del año era el proyecto del nuevo Código de las Familias, que, a partir de febrero y hasta el 30 de abril, contó con la participación de más de seis millones de ciudadanos en un democrático proceso de Consulta Popular.
Que si matrimonio igualitario, que si más derechos para los abuelos, que si la adopción… eran motivos de conversación en hogares, centros de trabajo y espacios públicos, cuando una noticia detuvo en seco todos los diálogos: Explosión en el hotel Saratoga.
Era la mañana del 6 de mayo y a partir de ese momento, toda Cuba comenzó a vivir un tiempo diferente, el del salvamento y el rescate, el del dolor y la solidaridad humana.
Pero aun sin desdibujar las huellas de la tragedia, para ese mayo los cubanos contábamos con un motivo de alivio: habíamos logrado rebasar lo más duro de la pandemia. Ha sido una batalla que «ganamos con talento, organización, integralidad, y de ahí surgió el concepto de resistencia creativa», afirmó el Presidente cubano.
Desde finales de marzo se constataba una disminución sostenida de los casos de COVID-19, y el 30 de ese mes, luego de nueve semanas en que se mantuvo esa tendencia de cada vez menos contagios, ingresos o fallecimientos a consecuencia de la enfermedad, y considerando los elevados niveles de inmunización logrados gracias a las vacunas cubanas, el país anunció que flexibilizaba su protocolo de enfrentamiento al virus.
El nasobuco dejó de ser obligatorio en exteriores, aunque continuaba insistiéndose en el llamado a la autorresponsabilidad.
Luego de dos años de enfrentamiento a la COVID-19, que había puesto en tensión todas las potencialidades de resistencia, ciencia y creatividad de este pueblo, el ministro de Salud Pública, doctor José Ángel Portal Miranda, explicó ante el Parlamento que eran «momentos en que se puede hablar de un control epidemiológico asociado a esa enfermedad».
Corría julio y sesionaba entonces el Noveno Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su IX Legislatura, ocasión en que, como antesala del referendo popular, fue aprobado por los diputados el Código de las Familias, «una de las normas legales que más trascendencia social y política han tenido en la historia jurídica del país», según afirmara entonces el mandatario cubano.
Díaz-Canel recordó también en esa oportunidad lo inédito en nuestro país del referendo popular que tendría lugar dos meses después, en septiembre, cuando el pueblo votaría por ese texto, llamado también el Código de los afectos, por considerar el afecto como un valor jurídico, cuestión también extraordinariamente novedosa, al decir del Presidente.
Una de las estrategias que ha marcado la dinámica de la Isla es el empeño por transformar los barrios, con énfasis especial en aquellos con mayores desventajas y particularizando en las familias en situación de vulnerabilidad.
Desde el año pasado había cobrado fuerza, partiendo del criterio de que «la Revolución empieza en el barrio», como en reiteradas oportunidades y de diversas formas ha sostenido el Presidente cubano, quien ha encabezado numerosas visitas para chequear tales transformaciones e intercambiar con los habitantes de esas comunidades.
Andaba el país inmerso en la transformación de los barrios y muchos disfrutando de las vacaciones de verano, cuando el quinto día de agosto otra mala noticia anunciaba que el 2022 no nos daría tregua: una descarga eléctrica había desencadenado un incendio en la Base de Supertanqueros de Matanzas, ubicada en la zona industrial de esa ciudad.
El siniestro empezó por el techo en forma de domo geodésico del tanque 52, que contenía unos 26 000 metros cúbicos de crudo nacional, cerca de la mitad de su capacidad total, y en días sucesivos fue extendiéndose a otros tres tanques, manteniendo en vilo de nuevo a los cubanos, por los bomberos que habían sido dados por desaparecidos mientras intentaban sofocar las llamas, y también por el alto riesgo de que el incendio continuara propagándose, con todos los daños medioambientales y de otra índole que eso conllevaría.
Para el viernes 12 de agosto, una semana después, y luego de un combate que se hizo constante con flujos de agua, espuma y productos químicos aplicados por equipos especializados desde tierra, aire y mar por brigadas de Cuba, México y Venezuela, el Cuerpo de Bomberos de Cuba declaraba, a las 7:00 a.m., liquidado el incendio.
La tragedia dejó como saldo cerca de 130 lesionados, la mayoría de alta hospitalaria en un corto período de tiempo, así como 14 bomberos fallecidos.
Pasará también a la historia, aunque con signo bien distinto al anterior, el domingo 25 de septiembre de este año que ya se va. Fue ese el día cuando los cubanos aprobaron mayoritariamente en referendo el Código de las Familias.
Un total de 24 mil 860 colegios electorales abrieron sus puertas en toda Cuba; en el habilitado en el capitalino círculo infantil Gotica de rocío, luego de ejercer su derecho al voto, el presidente de la Asamblea Nacional, Esteban Lazo, comentaba a los presentes: «Siempre pensamos que debíamos hacerlo porque confiamos en la sabiduría popular y en sus sentimientos. Nosotros representamos un estado de derechos y de justicia social y este Código lo evidencia. Desde el inicio, Fidel nos enseñó a contar con el pueblo».
Al presentar los resultados oficiales de ese referendo, la presidenta del Consejo Electoral Nacional (CEN), Alina Balseiro, ratificó que 3 millones 950 mil 288 electores votaron por el Sí, lo que representa el 66,85 del total de boletas válidas.
«Bajo un huracán de carencias y dificultades el pueblo votó y aprobó el Código, dando muestras de una elevada e inequívoca conciencia social», refirió Díaz-Canel.
Aun estaban desmontándose algunos colegios y no se apagaba el regocijo por contar con un nuevo Código de las Familias, también llamado Código de los afectos, cuando una tercera tragedia conmocionó a la Isla.
Solo dos días después del Referendo, el 27 de septiembre, el huracán Ian penetró en tierra cubana por el poblado La Coloma, con vientos de más de 200 kilómetros por hora, atravesando de sur a norte el occidente de la isla.
Los mayores destrozos fueron, sobre todo, en Pinar del Río, pero también las provincias de Artemisa, Mayabeque y La Habana, así como el municipio especial Isla de la Juventud, conocieron la furia de sus vientos. Más de 30 mil personas fueron evacuadas.
Pero aun con esas cicatrices a flor de Isla, y también con las del binomio inflación-desabastecimiento, que anda galopando entre largas colas e insatisfacciones, fustigados por el recrudecimiento del bloqueo, los efectos de la pandemia, el incremento de la emigración, y también por la inflación internacional, los cubanos, desde su convencimiento y confianza, respondieron a la convocatoria para, el 27 de noviembre, elegir los delegados a las asambleas municipales del Poder Popular.
Como resultado, el 68,56% de los registrados en las listas actualizadas de electores, acudieron a las urnas y, mediante voto libre y secreto, eligieron a los 12 mil 422 delegados de circunscripción, quienes, desde el 17 de diciembre, integran las asambleas municipales del Poder Popular.
Este fue uno de los más recientes ejercicios de democracia que han signado al año 2022, distinguido por un amplio cronograma legislativo, que incluyó la aprobación de ocho decretos-leyes y 15 leyes, entre estas, la de Seguridad alimentaria y nutricional, la de Protección de datos personales, la de Expropiación por razones de utilidad pública o interés social, el Código Penal y el de las Familias, según informara Oscar Silveira Martínez, ministro de Justicia y presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Reconstruir, apoyar, crear, resistir, abrazar… han sido verbos conjugados muchas veces en plural por los cubanos durante este año, en el que también lloramos la pérdida de figuras tan queridas y valiosas como los músicos Pablo Milanés, Suylén Milanés, José Luis Cortés y César «Pupy» Pedroso; la poeta y ensayista Fina García-Marruz, los artistas de la plástica Ernesto Rancaño, Juan Moreira y Cosme Proenza; los actores Alexis Díaz de Villegas, Aurora Basnuevo, Gina Cabrera y Mario Balmaseda, así como Ronaldo Veitía, el emblemático entrenador de judo, entre otras destacadas personalidades.
Cuba no se rinde
Así lo ratifica la historia de este país, e igual lo reiteraron los análisis del V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, efectuado entre los días 9 y 10 de este mes, y también el Décimo Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su IX Legislatura, concluido el pasado día 14.
En el discurso pronunciado en las conclusiones de la más reciente sesión del Parlamento, el presidente Díaz-Canel aseguró, al pasar balance a lo acontecido este año, que «Lo que hemos sufrido nos obliga a superarnos».
«Si aprendimos las más duras lecciones del año que termina —concluyó—, podemos disponernos a enfrentar en mejores condiciones el año que está muy cerca de comenzar».