La mascarada de San Isidro

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Bajo el amparo de conocidos actores de las políticas más agresivas contra Cuba, un grupo de personas ha puesto en escena una especie de reality show, cuyo verdadero propósito desestabilizador se muestra ante el mundo

san isidro

Todo empezó con una extraña huelga de hambre en el barrio de San Isidro, en La Habana. Parecía más un reality show, una puesta en escena, un performance. Un grupo de jóvenes decían negarse a comer y beber agua hasta que liberasen a un compañero que estaba preso, pero nadie, con tres o cuatro días de inanición, tiene fuerzas para bailar, cantar, y brincar como si estuvieran en una fiesta. Y era esto lo que mostraban los videos filmados por ellos mismos, y que con frecuencia subían a las redes sociales. 

La mascarada se extendía a los muros Facebook. Gente que no paraba de mencionar palabras como tolerancia, pluralidad y libertad de expresión, y, sin embargo, ofendían y amenazaban a quienes no pensaran y actuaran exactamente como ellos. Medios y youtubers diseñados y pagados por Estados Unidos para la propaganda contra Cuba relataban con palabras paradójicamente dramáticas o tremebundas lo que en realidad parecía una comedia.

Conocidos actores de las políticas más agresivas contra nuestro país se solidarizaban con el espectáculo y hacían exigencias al gobierno cubano: el secretario de estado de los Estados Unidos Mike Pompeo, el senador Marcos Rubio, el secretario general de la OEA Luis Almagro… Aquello tenía todas las pintas de un golpe blando; la intención de que en Cuba se iniciara una de las llamadas “revoluciones de colores” como en Ucrania, Venezuela, Bielorrusia y otros países donde se han fabricado estallidos sociales que dejan muchos muertos entre la población civil.  

De pronto los huelguistas suman otra demanda: el cierre de las tiendas en MLC recién inauguradas. Sin embargo, algo ridículo pasa: aparece la factura de una compra que el líder del grupo, Luis Manuel Otero Alcántara, hace por TuEnvio: una apreciable cantidad de filetes de atún en aceite vegetal. Si él no trabaja, ¿de dónde saca la divisa? ¿No es que estaba en huelga de hambre?

Tanto por las redes sociales, como por la televisión nacional, hemos visto la manera injuriosa, sumamente grosera, con que el ciudadano ahora preso, Denis Solís, se enfrentó a un oficial de la policía. Lo amenazó, le dijo penco, y usó duras palabras homofóbicas. Sin embargo, esto no parecía ser un claro desacato para los entusiastas porristas de las redes: era como si, en vez de injuriarlo, tan solo le hubiera dicho: Querido policía, yo lo amo, estoy a su disposición. Entre quienes más justificaban la grosera homofobia, pudimos ver a algunos que, días atrás, rasgaban vestiduras por causa de cierta metáfora expresada por una funcionaria del ICRT, en la que se pretendió ver discriminación por motivos de orientación sexual.

También pudimos ver las imágenes en las que Solís, finalmente condenado a ocho meses de privación de libertad, grita al policía que su presidente es Donald Trump, y cierra el alegato con una consigna electoral en inglés: Donald Trump 2020-2024. La presencia del policía en casa del insubordinado tenía como propósito conocer por qué este no se había presentado en la unidad de la PNR, tras haber recibido una citación oficial. Se procuraba esclarecer sus vínculos con personas residentes en La Florida, acusadas de haber realizado actos terroristas en Cuba. Ya en la unidad, el encartado finalmente confiesa que aquellos prometieron pagarle doscientos dólares por prestarles determinados “servicios”.

Algunos en las redes, como chantaje emocional, esgrimían la repulsión que provoca la muerte para buscar solidaridad con los huelguistas. Ciertamente, a mí la muerte me asquea. Por ejemplo, ahora mismo estoy recordando a un amigo, cuya hija murió con cuatro años víctima del dengue hemorrágico introducido en Cuba por terroristas. Más de 4 000 civiles han muerto en Cuba por ese tipo de acciones, y más de 3 000 sufrieron mutilaciones. Mucho repugna esto.

En medio de este show, llega a San Isidro Carlos Manuel Álvarez, joven periodista cubano residente en el extranjero, quien en los últimos tiempos se ha ocupado de denigrar a entrañables personalidades de nuestra cultura recientemente fallecidas, así como la labor internacionalista y profesional de nuestros médicos. En lugar de cumplir con lo establecido por nuestras autoridades, desinforma sobre el lugar de residencia y, de manera pública, viola todos los protocolos sanitarios dispuestos para enfrentar la epidemia.

El análisis de PCR que le han realizado al llegar a Cuba arroja un resultado dudoso: indica sospecha de padecer COVID-19, y van a buscarlo para que se haga la segunda prueba. Se niega de plano, y entonces se radica la denuncia en la PNR. Se obra de acuerdo con lo establecido: el periodista violador de las normas es arrestado y los llamados huelguistas son puestos en observación por sospecha de posible contagio.

Entonces ocurre lo inesperado. Un grupo de unos 30 jóvenes, y algunos menos jóvenes, se concentran frente al Ministerio de Cultura, en La Habana. Poco a poco se suman otros hasta llegar a una cifra que, según imágenes en redes sociales, pudieran rondar los 150. ¿Qué exigen? Es un grupo heterogéneo, no se sabe bien qué demandan. En el minuto que esto escribo, algunos vinculados a San Isidro afirman que aquellos no los representan. Estos, en tanto, por regla general se desmarcan de las demandas de los huelguistas, pero tienen sus propias insatisfacciones.

Supongo que para cualquier artista cubano, residente en la isla, sea muy difícil solidarizarse con quien dice que su presidente es Donald Trump. En casi cuatro años ese señor ha emprendido una cruzada contra Cuba, con más de 150 medidas que afectan al pueblo e impactan en la cultura.

Por ejemplo, no es cierto que por la Western Union se envíen solo remesas, es uno de los poquísimos mecanismos para que personas que realizan trabajos en este mundo globalizado reciban el dinero que ganan legítimamente. Para solo hablar del mundillo del libro, conozco a autores que reciben sus regalías por Western Union. Conozco maquetadores, diseñadores, ilustradores, editores y traductores que desde Cuba realizan trabajos para editoriales de otros países, y ahora se ven en graves dificultades para cobrar lo que con su esfuerzo y conocimiento hacen. Recientemente yo mismo no pude participar en un foro virtual de escritores latinoamericanos, porque la plataforma Zoom esta censurada para Cuba.

Los que se concentraron frente al Ministerio de Cultura sobre todo hablan de exclusiones y censura artística. Es un asunto polémico. Ciertamente, hemos tenido acciones disfrazadas de arte que en realidad son puro escándalo o mera propaganda, pero también hemos tenido funcionarios de la cultura que deciden por sus gustos, o por sus fantasmas o simplemente por falta de preparación para la tarea, y han afectado a artistas y escritores. El presidente Díaz-Canel recientemente se refirió y condenó parte de estos fenómenos. En lo particular, yo mismo he sido víctima de algunas de estas prácticas mediocres, aunque siempre he sabido qué hacer: no voy en molote, los denuncio y lo enfrento cara a cara cuando el hecho ocurre.

Así vamos en este minuto, donde otros jóvenes, también espontáneamente, han expresado su derecho a manifestarse libremente a favor de la Revolución.

Pero empezamos relatando absurdos, y terminamos con otro. Uno de los principales incitadores de la revuelta, el youtuber Alexander Otaola, conocido por su odio contra los cubanos de la isla, y cuya consigna favorita es cero recargas, cero remesas, cero viajes a Cuba, lideró una manifestación de apoyo a los huelguistas este sábado en Miami, y en ella fue arrestado por la policía.

Otaola ha estado negando el derecho a actuar por la policía cubana ante el desacato y la violación de medidas sanitarias; los llama sicarios, esbirros. Ha estado también alabando la manera en que Solís ofende al policía como si ello fuera lo justo. Sin embargo, esa no fue la actitud que asumió cuando los oficiales estadounidenses lo arrestaron en Miami: silencioso, cabizbajo, ofrece sus manos al par de esposas que le coloca el agente, y se deja conducir sin ofrecer resistencia.

Una imagen vale más que mil palabras, reza el adagio. En este caso, vemos cuál es la policía que ante el hecho delictivo actúa con mesura, apegado a la civilidad, y cuál sería capaz de asfixiarte con una rodilla en el cuello, si antes no te da ocho tiros en el pecho.

Información de ESCAMBRAY

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