A los espirituanos les sobran razones para recordar el domingo de Pentecostés que marca el día de la fundación.
A orillas del Yayabo, sobre el que se levanta el simbólico puente identificativo de la ciudad, se trasladó la villa en 1522.
La ciudad de Sancti Spíritus, que hoy distinguimos por sus calles sinuosas y estrechas, por su tráfico escaso pero complicado y por una arquitectura colonial salpicada a cada rato por la modernidad, no nació como ha llegado hasta nuestros días.
Mucho se ha escrito sobre la fundación de las siete primeras villas en el territorio insular y, a pesar de que no quedan evidencias documentales de ningún tipo como para refrendar los actos oficiales de poblamiento,
La fundación de Sancti Spíritus el 4 de junio de 1514 coincide con la presencia del Padre Bartolomé de Las Casas, quien al oficiar la misa fundacional dictó su célebre Sermón del Arrepentimiento fustigando los abusos contra la población indígena y condenando a los propios colonizadores que los cometían a diario.
La trascendencia de aquel sermón marcó un hito sin precedentes en los ideales de justicia del Nuevo Mundo y de Las Casas devino defensor de los indios por el resto de su vida. Aquel alegato del cura valenciano hubiera bastado por sí solo para conferirle al 4 de junio un carácter de significativa trascendencia que de hecho distingue a la villa cuando se le compara con el resto de los seis asentamientos fundados entre 1511 y 1515.
La leyenda dice que la Villa del Santo Espíritu, fundada el 4 junio de 1514 a orillas del Tuinucú, hubo de trasladarse en 1522 hasta las márgenes del Yayabo porque una plaga de hormigas bravas horadaba el ombligo de los recién nacidos provocándoles la muerte. En realidad se trataba del agotamiento de las tierras y la necesidad de buscar nuevos parajes naturales más ricos en oro y mano de obra aborigen.
Hasta nuestros días llega la leyenda que en su ejecución se utilizó la mezcla de leche de vaca, de chiva o de burra, técnica por confirmar, pero que junto al güije siguen teniendo espacios para la imaginación popular.
Las calles empedradas que nacen en la pequeña cumbre donde está asentada la Iglesia del Espíritu Santo y llegan hasta el Yayabo están llenas de historias y tradiciones, en ellas se escucha el susurro de cuerdas y voces de un trío en serenata a una enamorada o a un entrañable amigo.
La música es un emblema, su toque maravilloso es a la vez coherencia, atesorar el punto, la tonada, trova, son. Del pentagrama local han trascendido en el mundo obras como: Pensamiento, Mujer Perjura, Herminia, Nenúfar y Canto a Cabaiguán.
Creaciones de destacados bardos como Rafael Gómez Teofilito, Companioni, Manolo Gallo, Sigifredo Mora, Arturo Alonso, Catalina Berroa, Rafael Saroza y Rafael Rodríguez, entre otros.
Aquí se habla en versos y canciones de la vida cotidiana de sus pobladores. Los coros de clave, surgidos desde hace más de un siglo, los cabildos, toques y bailes, la Feria Agropecuaria e Industrial, exposiciones, competencia de monta de toros, rodeos son parte de las tradiciones.
La ciudad es un encanto armonioso de leyendas y tradiciones mientras se trabaja por ingresar entre las localidades cubanas Patrimonio Cultural de la Humanidad.
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